lunes, 17 de octubre de 2016

RINCÓN DEL PEQUEÑO/A ESCRITOR/A


En Navidad, dieron a mis padres unos días de asueto. Mi padre, trabajando  mucho, había ahorrado con mucha abnegación dinero suficiente para ir a Canadá. Así que nos fuimos. Al llegar allí nos encontramos un tiempo desabrido porque llovía y hacía mucho frío. El semblante de mi padre era triste. Uno de los pocos días en que no llovía decidimos ir de picnic a un bosque. Nos lo pasamos muy bien pero a las dos horas de estar allí, comenzó a diluviar. Lo recogimos todo en un abrir y cerrar de ojos. Cuando volvíamos al coche nos perdimos y mi madre fabricó un hatillo para meter nuestras pertenencias. Anduvimos durante horas pero al fin encontramos el coche. Nos dirigimos rápidamente al hotel porque al día siguiente volveríamos a casa, Aquel viaje nos dejó un recuerdo inefable.



                      Autor: Iván Muñoz Prieto


El otro día vi una película que versaba sobre un hombre muy rico. Vivía en un castillo con muchos sirvientes que no dejaban ni una mota de polvo sobre los muebles. Este hombre tenía una hija llamada Carla. La chica, ya mayor, decidió que debía sacarse el carnet de conducir. El padre no rechazó la idea y le auspiciaba un gran éxito en la conducción.También le dijo que no fuera a arredrarse por el examen. Pero no acertó en lo que había vaticinado ya que la hija sufrió un accidente, La llevaron al hospital y un médico aconsejó al padre que debían operarla. El padre rehusó la operación porque no quería gastar mucho dinero. Lamentablemente, Carla falleció y desde ese instante el castillo se volvió un lugar inhóspito y sombrío. El padre se convirtió en un eremita y se aisló de todo marchándose a vivir a una ermita.

                           Autora: Miriam Houssa 

El pasado sábado hicimos una excursión a una ermita donde decían que, antiguamente, vivía un eremita. El día amaneció con negros nubarrones que vaticinaban tormenta. Se rumoreaba que el ermitaño era capaz de de prever el futuro pero que rehusaba aceptar el dinero por ello. El camino hacia la ermita era inhóspito, lleno de espinos y piedras. La ermita estaba llena de motas de polvo que flotaban en el aire y brillaban con la luz del sol que entraba a raudales por las cristaleras. Era precioso.

                         Autor: Pablo González











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